Lo primero que pregunta un cliente es: ¿cuánto me va a costar?

Quienes requieren servicios de traducción con mayor asiduidad deben saber que traducir no consiste sencillamente en transponer un texto de un idioma a otro. Detrás del proceso traductológico hay varios aspectos y factores que todo traductor debe tener en cuenta a la hora de fijar sus tarifas.

Mencionaré aquí aquellos que, por mi experiencia, me parecen más significativos e indispensables, tomando como referencia el mercado español y su ámbito geográfico de aplicación.

1. Combinación lingüística

Hay idiomas que tienen mayor demanda (inglés, español, francés…) que otros (finés, turco, vietnamita…). El carácter mayoritario de un idioma hace que se pague a un precio inferior en comparación a otras lenguas consideradas minoritarias (lenguas africanas, por ejemplo). Lo normal es que cuanto más numerosa sea la población que habla un idioma, mayor la demanda de traducción. Así, un traductor de español puede pensar que quizás su lengua de trabajo no sea la mejor pagada en el mercado, sin embargo tendrá una mayor probabilidad de que sus servicios se demanden con más frecuencia. Ni que decir tiene que la combinación lingüística o las lenguas de partida y destino en una traducción condicionan mucho los precios. En efecto, el par inglés-español o español-inglés se pagará a un precio inferior que, por ejemplo, ruso-polaco.

2. Alcance geográfico

El alcance geográfico en el que se habla un idioma también influye en la tarificación de una traducción. Pongamos el caso del sueco frente al español. El ámbito geográfico es mucho mayor para la lengua castellana si tenemos en cuenta, por ejemplo, el enorme número de habitantes en el continente americano que tiene español como primera lengua. Cabe decir que cuanto más amplia la región lingüística, mayor la competencia profesional, de ahí que podamos hablar de abundancia o escasez de traductores según el idioma, una variable que repercute en los precios del mercado de la traducción.

3. Especialidad/campo

En traducción se pueden diferenciar múltiples especialidades. En líneas generales, cuanto más delimitado y específico es el campo temático, mejor se paga en el mercado; por el contrario, cuanto más demanda hay de una especialidad concreta, más se abaratan los precios.

4. Volumen

No es lo mismo que nos encarguen una única frase que 100 páginas. A veces, el trabajo de documentación y búsqueda requiere mucho esfuerzo, aunque se trate únicamente de cuatro palabras. En proyectos tan reducidos, yo soy partidaria de exigir un precio mínimo (o excepcionalmente, de no cobrarlo en absoluto y considerarlo una atención personal para el cliente). Los trabajos más voluminosos, si bien exigen una gran dedicación por parte del traductor, facilitan su tarea de investigación, ya que se supone que todo el proyecto versará sobre la misma temática. En este sentido, es habitual aplicar descuentos por volumen.

5. Urgencia en los plazos de entrega

Lo correcto y deseable sería acordar un plazo razonable con el cliente, pero la realidad nos dice que muchos trabajos se solicitan no solo para ya sino incluso para ayer. Siempre y cuando los plazos sean adecuados y dignos, es decir, que nos permitan evitar jornadas maratonianas, disfrutar de nuestros merecidos descansos, etc., considero que debemos aplicar nuestras tarifas habituales y acordes con nuestra política de precios. Ahora bien, ¿quién no ha sufrido esos plazos tan terriblemente ajustados que nos han quitado no solo muchas horas de sueño, sino que además nos han hecho renunciar a nuestra vida personal y social? Aceptar este tipo de plazos esporádicamente puede admitirse, pero por la dignificación de nuestra profesión (y por nuestra propia salud), opino que es justo exigir un suplemento por urgencia.

6. Repetición de temáticas (uso de memorias)

Cuando un cliente es fiel y nos encarga proyectos sucesivos sobre una misma temática, podemos aplicar un descuento o una tarifa inferior al requerir un menor esfuerzo de nuestra parte. El manejo de memorias, unido al uso de herramientas de traducción asistida en el tratamiento de repeticiones o frases frecuentes, supone un gran ahorro de tiempo que, en definitiva, nos agiliza nuestra labor. Sin duda, se trata de un gesto que nuestros clientes aceptarán de buen grado.

7. Ubicación del cliente

La globalización permite, por un lado, que clientes de todo el mundo accedan a nuestros servicios y nos soliciten encargos. Dependiendo de la ubicación del cliente y de su estatus de vida, estará más conforme con pagar un precio más elevado por nuestros servicios. En el otro lado de la moneda, nos encontramos también con aquellos que buscan a un proveedor que les ofrezca un servicio a un precio indignantemente bajo, inaceptable y contrario a cualquier principio ético, algo por lo que un traductor profesional que se precie y valore no debe pasar y, en ningún caso, tolerar.

8. Periodo de pago

El hecho de que podamos tener clientes repartidos por cualquier rincón del mundo puede ser en cierto modo preocupante desde la óptica de la garantía del pago. En el pasado nunca me atrevía a preguntar por el plazo de pago de un cliente, pero de un tiempo a esta parte lo planteo con bastante frecuencia. Observo además que compañeros de la profesión ofrecen una tarifa estándar cuando el pago se efectúa con rapidez y otra más elevada para periodos de 30, 60 o incluso 90 días. Personalmente, considero que debemos evitar aceptar plazos de pago superiores a los aquí señalados.

9. Servicio complementario de revisión

El estándar europeo de calidad EN-15038 para servicios de traducción establece la necesidad de que el proceso de traducción incluya una revisión por parte de un segundo lingüista. Así, el binomio traducción + revisión (externa) es sinónimo de garantía de calidad, un servicio adicional que también debe quedar plasmado en la tarifación.

10. Relación con el cliente.

Cuando nuestra relación con el cliente se prolonga en el tiempo, no ya solo en términos de fidelidad y confianza, sino de asiduidad, no está de más ofrecerle algún descuento, rebaja o servicio adicional. Entraría en juego una estrategia de marketing que cada lingüista debe estudiar y aplicar con su carteta de clientes.

El compendio de todos estos factores y su aplicación equilibrada en la fijación de tarifas nos permitirán vivir dignamente de nuestra profesión.